jueves, 15 de septiembre de 2011

Escribir... ¿Para qué? ¿Para quién?

Hace mucho que no escribo en el blog. Simplemente me pregunto para qué, para quién, por qué escribir... Comienzo a escribir y de pronto, me parece estúpida cualquier cosa que escribo. Deseo que las palabras broten del corazón, como el agua brota de un limpio manantial, que no sean palabras manidas, tomadas de otros, escogidas de citas, de libros, de autores de moda... que no estén sujetas a determinadas normas que me hagan admisible para determinados grupos de personas, o rechazable para otros. Que mis palabras no sirvan para crear fronteras, sino para borrarlas.

Si escribo, pues, que sea para clarificar, para fundir, para llegar a ese lugar, tierra de nadie, en el que no hay conceptos que dividan, excluyan, clasifiquen o marginen; pero de alguna forma, por eso, no he de ser yo quien escriba, sino más bien mi escritura ha de fluir, como automática, plasmando lo que viene de algún lugar remoto, actuando yo como mera intermediaria ¿es esto posible?. Mi papel ha de ser, en este caso, como el de la caña de bambú por la que sopla el viento.

Tu y yo somos la misma cosa. La misma fuerza vital actuando desde diversas perspectivas. Quizás... o quizás no. Puede que todo esto tan sólo sea una representación teatral, una quimera, un espejismo, un loco sueño... ¿quién sabe?

El hecho es que ahora estoy escribiendo, quizás creyéndome real - o quizás no - dirigiéndome a un supuesto "tu" que soy yo misma.¿No acabo de borrar las divisiones?

Silencio... Cada vez que deseo escuchar la voz de la verdad, sólo llego al silencio. Silencio absoluto: sin adornos, sin retórica... silencio que abraza, que cobija, que expande al mismo tiempo...

El silencio es lo más hermoso que podemos compartir, después de todo.


Hay demasiado ruido en las aceras, las oficinas, los centros comerciales, las familias...

Uno de los ejercicios que realizamos en el curso de terapeutas es el del espejo: mirarse mutuamente a los ojos con un compañero o compañera, durante algunos minutos, sin soltar la mirada. A veces es difícil, sobretodo al principio. Algunas veces, al realizar este ejercicio, he llegado a sentir las gotas de sudor recorreriendo mi espalda y una especie de inquietud, de nerviosismo, al forzarme a permanecer ahí, delante de otro ser, manteniendo la mirada, perdiéndome en otros ojos; Sí... ha habido veces, al comienzo, en las que se nos ha escapado esa sonrisa forzada, esa risilla nerviosa, esa extraña sensación de ser un extraño para uno mismo y para el otro. Como si fuera la primera vez... tal vez lo sea... Luego viene lo de soltar el rictus, ir quitándose la máscara...mis ojos en los suyos; los suyos en los míos... largo rato... hasta que soy capaz de soltar al fín mi viejo escudo, arrojar mis armas, soltar amarras y navegar libre, morir y renacer, introduciéndome en ese misterioso océano del otro, que soy yo.

Qué hermoso si al compartir un texto escrito pudiera conseguir esa fusión absoluta de dos seres, de la cual la fusión de dos amantes, tan solo es un reflejo; dos almas en una; un solo ser; una sola Esencia: la misma, expresándose a través de dos cuerpos que descubren ser Uno; que los límites, tan sólo son eso: una ilusión.

Escribo para mí y para tí al mismo tiempo; pues tu y yo somos uno. Escribo para hablarte de mi Silencio, que es el tuyo. ¡Qué paradoja! Silencio a través de las palabras... ¿es posible?... Escribo para hacerte partícipe de que tengo un corazón que late, como el tuyo, que siente, que anhela... que ¿ama?...Sí, que ama... ¿Qué soy, sino amor? ¿Qué eres tú, sino AMOR?

Escribo para fundirme contigo en el misterio que somos tú y yo: UNO.