martes, 6 de octubre de 2009

Es hora...

Hoy abro mi corazón al mundo. Hoy me siento especialmente como miembro de ese gran cuerpo que es la raza humana, y más aun, la Tierra entera que clama compasión.


Es hora de mirarnos a los ojos, despojarnos de las armas y reconocernos en el otro. Es hora de abrazar la paz en lo más profundo de nuestros corazones. Todos anhelamos la paz. Todos anhelamos amar y ser amados, por encima de todos los demás argumentos ya manidos… ¡Dejemos los argumentos y abracemos la paz! ¡Trabajemos por asistir al otro en su dolor, que es el nuestro! Sólo así nuestra nave podrá retomar su rumbo hacia la luz. Sólo así podremos, algún día, regresar a casa… Nos sentimos exhaustos de tanto luchar contra fantasmas. Es hora de arrojar las armas, mirar al cielo y rendirnos ante nuestros dioses.

La lluvia purificadora caerá sobre nuestros rostros, entrará por nuestras vísceras y arrastrará el veneno acumulado. Hundiremos nuestro rostro en el oscuro seno de la madre Tierra y nuestras lágrimas regarán las semillas de la compasión. Después nos alzaremos como atlantes marmóreos recordando nuestro pasado sin sombra de confusión. Sabremos quienes somos y para qué vinimos. Despiertos, libres ya, sin barreras, sin límites, alzaremos nuestras etéreas alas y nos fundiremos en una dicha eterna, inconcebible.