miércoles, 29 de agosto de 2018

Dejadez


Hace muchísimo tiempo que no escribo, quizás sean ya años. A veces me sorprende comprobar que han pasado varios años desde que sucedió algún acontecimiento que se me antoja reciente. Así se va pasando la vida.
Desde mi última publicación en el blog hasta el día de hoy se han ido ya personas muy cercanas: mi padre, mis suegros, algunos amigos y conocidos... Ya son muchos los que están al otro lado y sólo forman parte del recuerdo, unas veces dulce y otras amargo.

También ha habido cambios importantes, como mi reciente mudanza. A final de junio me vine al piso que mi marido compartía con nuestra gata Chloe, con mis tres gatos, Lucas, Nina y Simba, y mi perro, Beni, y aquí seguimos, esperando poder mudarnos todos juntos de manera definitiva (si es que se puede decir eso) a una casa que hemos comprado y donde aún estamos haciendo algunos arreglos, que parecen no terminar nunca.

Mi marido es reacio a los cambios y en eso no nos parecemos nada, porque a mi los cambios me gusta hacerlos rápido, sin demora, sin mirar hacia atrás. Sin embargo él sufre cada vez que debe alterar su rutina diaria y ahí chocamos.
Si por mi fuera, ya me habría mudado hace un mes y habría ido haciendo todos los arreglos una vez dentro de la casa. Aquí estamos cuatro gatos y un perro como sardinas en lata, algo agobiados y malhumorados.

Todas las mañanas salgo a pasear por el monte con Beni, mi fiel compañero. Vamos Beni y yo con otros dos amigos y sus perros, por la zona norte del pueblo, pegada a los montes cercanos. Por allí el paisaje es el típico de aquí: monte pelado salpicado de matorrales, algunas hierbas aromáticas, como tomillo o salvia, alguna higuera, alguna mata de hinojo... Lo que podría ser un paseo muy placentero es, la mayor parte de las veces, un paseo bastante desalentador, y no por la compañía, que es muy grata, sino por el escenario.

Ascendemos desde Aguadulce centro, donde hay un puente que cruza una rambla. A pesar de ser un lugar céntrico está totalmente abandonado, descuidado, lleno de basura entre la que sobreviven colonias de gatos famélicos y sucios, que han tenido la mala suerte de nacer en este entorno hostil, donde quizás no sobrevivan más que un par de semanas, o con buena o mala suerte, meses. A un lado del puente, justo por donde pasamos para subir hacia el monte, hay una gran chabola, donde parece ser que habitan tres indigentes. Alrededor de la chabola, montones de basura.


 A Beni le encanta pasear por el monte con sus amigos, Braco y Eri. Sube muy contento todas las mañanas. Sus ojos son los ojos de la inocencia. Para él la basura es sumamente atractiva, pues entre ella, con suerte, puede encontrar algún resto de comida asqueroso y medio podrido, muy apetecible, que yo, por supuesto, no le permitiré devorar! Debo estar siempre muy atenta a que este carroñero no coma algo que pueda perjudicarle.

Esa bolsa de basura de la foto a la derecha, contenía patatas podridas de la feria de Aguadulce, que tiene lugar a final de julio. Hace más de un mes que acabó, pero la basura, con los restos de lo que eran patatas y ahora se han convertido en una especie de fósiles, aun continúa ahí.


Todos estos edificios de la foto de abajo a la izquierda están en una calle bastante céntrica, que sube hacia el palacio de congresos. El camino desde donde está tomada la foto, es uno de los que transitamos por las mañanas. Los bordes están salpicados de escombros, basura, plásticos y todo tipo de desperdicios humanos.

En la foto de la derecha, la vista delante del campo de fútbol, justo a la derecha del puente llamado Venta Vitorino, que cruza la carretera principal en dirección a Almería, de la enorme chabola donde llevan meses viviendo unos indigentes. Está rodeada de basura. Muchas mañanas se les ve haciendo sus necesidades por los alrededores.
Cada día que paso por allí me pregunto, cómo es posible que se permita que haya chabolas en el centro de una población turística, en España, Europa, que presume ser un lugar civilizado.
También me sorprende que haya personas tan poco civilizadas como para vivir a gusto entre basura y desperdicios - y me refiero a los ciudadanos que habitamos esta población - y que no se haga nada, que no se proteste, que no se salga a la calle a quejarse por el estado de deterioro y abandono de calles, jardines, plazas, parques, edificios, solares... mientras el alcalde de Roquetas de Mar se ha ido haciendo cada vez más rico, robando a manos llenas ...

Y lo peor es que nos lo tragamos todo, instalados en una cómoda resignación, en la llamada "zona de confort". Nos quejamos entre amigos y conocidos, en el bar, en el parque, en el ascensor... pero somos incapaces de emprender acciones prácticas y eficaces. ¿Qué podemos hacer? - nos preguntamos. Seguro que hay algo que podamos hacer, más que callar y aguantar y quejarnos, al más puro estilo andaluz.

Varias veces he escrito en la página del Ayuntamiento, en la sección de incidencias, comunicando la necesidad de limpieza e informando (por si estuvieran ciegos) sobre el estado de deterioro y abandono. Sin embargo ni yo, ni otras personas que me dicen que también lo han hecho, hemos obtenido respuesta alguna.

Sirva este escrito personal sólo como desahogo sobre esta situación tan triste y desagradable, que es ver como decae en picado un lugar que pudiera ser bonito y agradable, por su emplazamiento al borde del mar, su luz y su clima.

Cómo conservar un punto de vista optimista sobre el planeta y el ser humano, cuando se ve cada día esta decadencia...? Muchas veces pienso que me gustaría mudarme a otro lugar más limpio y civilizado, pero mi marido tiene su trabajo aquí y hasta que no nos jubilemos, aquí estaremos. Mientras tanto me gustaría poder hacer algo positivo por este lugar... en ello estoy. Ojalá llegue un día en el que pueda publicar hermosas fotos de parques limpios y lugares hermosos para pasear.